lunes, 5 de octubre de 2009

El fin de semana me junté con un grupo de amigas a cenar, y como siempre que nos reunimos, nos excedemos en todos los aspectos posibles, y solemos terminar hablando de sexo. Este sábado no fue la excepción. Cada una empezó a comentar su número. Con cuantos chicos había estado. Cuando llegó mi turno, tuve que reconocer que no lo sabía, que no llevaba la cuenta. Me pidieron un número aproximado y se los dí. Y me miraron como si fuera Samantha Jones.





Y eso que no les dije que si hubiese dependido exclusivamente de mí, ese número sería cuatro, cinco y hasta quizás seis veces mayor.

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